Enero 2019
Después de disfrutar de las fiestas más importantes del año, volvemos con algo más que regalos, villancicos, tiempo con la familia, vacaciones, paz y amor; y sí, también los kilos de más. Cierto es que si antes manteníamos un estilo de vida físicamente activo esta cuestión meramente temporal no debería de ocasionarnos más que un mínimo desajuste alimentario y de nuestro día a día que tendríamos que subsanar en menos de una semana.
Ahora bien, se suelen dar dos tipos de situaciones que nos llevan a que estas fiestas se vean como el advenimiento del fin del mundo y nos den auténtico pavor:
- La primera, a principios de Diciembre: “nooo es que como este mes hay muchas fiestas y eso y no voy a poder venir mucho y tal…¿pa qué voy a pagar el gimnasio?; me espero y ya si eso ya…al mes que viene continúo”. Y claro, las Navidades comienzan el 1, no el 24.
- La segunda, la más común: la inestabilidad en el funcionamiento de nuestros sistemas, sobre todo al eje simpático/parasimpático adrenal debido a las formas de entrenamiento/s o mejor dicho a cómo estructuramos nuestro ejercicio físico diario; es decir, a actividades que realizamos, tiempo invertido en ellas, alimentación (que normalmente nos la hacemos nosotros mismos basada no sé en qué ni bajo qué criterios más que en los de la revista, el influencer, el youtube, el primo de mi amigo, la amiga de mi prima de turno…) llevada a terrenos escabrosos, el poco descanso que solemos aplicarnos pareciendo que no nos damos cuenta que además de hacer deporte también trabajamos, tenemos familia, un hogar, circunstancias personales y sociales que debemos de atender dándonos una imagen de cuando venimos al gimnasio tal cual momento en que sonaba la campana del recreo cuando éramos niños y salíamos al patio como salen de chiqueros los toros en San Fermín.
Entonces es ahora cuando nos asustamos y entran las prisas buscando dietas, rutinas de gimnasio, aparatos y gurús milagrosos por todos los recovecos de nuestro ser. Todo porque desde siempre hemos pensado, incluso soy de la opinión de que los seres humanos tenemos un gen que determina esto, que lo más efectivo es muy difícil y que más es mejor. Además, situado en los extremos: o mucho de todo o mucho de nada; cuando en el Universo el único plan que funciona es el Equilibrio. Y en relación al deporte: hacer más no es mejor; pero sí hacer las cosas mejor siempre será mejor.
Con ello, este tipo de cosas vienen dadas porque no solemos entender que el ejercicio físico lo que nos lleva es a que nuestro organismo funcione de una determinada manera que nos mantenga en una especie de estado de protección ante todo: como crear una armadura perenne, y no a conseguir un resultado inmediato, siendo ahí cuando aparece la confusión de que, por ejemplo, si hago una clase de lo que sea voy a perder algunos kilos que ya no volverán. Repito: la intención que tendríamos que tener cuando nos proponemos realizar deporte es llevar a nuestro cuerpo (y con ello me refiero a todos los sistemas internos que nos mantienen vivos) a un determinado tipo de funcionamiento, no a perder 2- 3 kilos en una semana. Porque luego pasa lo que pasa.
Si queremos perder grasa, aumenta el músculo. No hay mayor consumidor de grasa que el músculo esquelético humano. Porque, recordamos, que la grasa ni se suda, ni se quema, ni se exhala, ni se disuelve cuando nos damos un masaje con una crema milagrosa en la zona deseada… la grasa la metabolizan nuestras células musculares oxidándolas para producir energía y entonces sí provocarán algunos desechos metabólicos tales como CO2 y agua que es muy distinto a creer que la grasa la sudo. Por lo tanto, gana músculo. Y no me refiero a ponernos como un/una culturista, que es la primera imagen que se nos viene a la mente cuando decimos “gana músculo”, sino a aumentar nuestra musculatura activa, músculos que generen fuerza, músculos que generen tensión; en definitiva, músculos que obliguen a nuestro Sistema Nervioso Central (SNC) y a todos los demás a mantenerse sanos para que puedan satisfacer las demandas de ellos.
Ya me vais conociendo y creo que intuís que soy un ferviente defensor del entrenamiento de fuerza y todas sus variantes, sobre todo cuando la intención es realizar deporte por SALUD (en todo su espectro). Así pues reflexionemos: si el organismo a través de nuestro metabolismo basal (la energía que necesitamos únicamente para mantenernos vivos, aunque esté sentado en un sofá…) emplea casi un 60% de energía de éste para mantener, repito: sólo para mantener, la masa muscular que tenemos….¿qué es más efectivo: tirarme una hora andando/trotando/corriendo en la cinta que gastaré unas 400-600 kcal, provenientes no sé muy bien de qué sustrato energético…(sería otro tema a analizar) o hacer ejercicio para aumentar mucho mi masa muscular y echarme a dormir?. Consultadlo con la almohada… ¡y con el Roscón!
Francisco López, entrenador personal de One Sport